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Monday, April 24, 2006 

YO

Este es una cosa que escribí para otra cosa que ojalá, aunque no creo, resulte. Yo

Lo que me ha pasado

2 de enero de 1985. Las cosas listas para salir de vacaciones, los pañales en el auto, todo en su lugar menos una cosa.
Con dos meses y medio de vida (fecha de nacimiento: 25/10/1984) yo seguía pesando lo mismo que cuando nací. Tres kilos con cuatrocientos gramos. No era algo muy normal…el problema: un estómago fuera de lugar, sí el estómago. Reflujos se llamaba vulgarmente la enfermedad. Mucho vómito poca nutrición. Un tratamiento de cinco meses colgado de los pies, u otro con bombas de vacío eran algunas de las posibilidades para solucionar la enfermedad. Sin embargo ese dos de enero mi estado parece que tocó fondo. Operación directa, sin espera. Más de cinco horas en el pabellón y finalmente mi estómago estaba en su lugar correcto.

Un éxito la intervención aquella. De ahí en más sólo subí de peso. En mi barrio me conocían como el gordito. Una transformación radical, de estar raquítico y de que ni siquiera mis abuelos me encontraran bonito, hasta ser molestado en el colegio con gritos de “¡Tobi, Tobi!”. Por que no sólo era rechonchito, también al menor esfuerzo físico mis cachetes tomaban un color morado intenso y la transpiración (en esa época todavía indefensa). Estas características me obligaban a correr en mi colegio cuando pasaba frente a los alumnos más viejos. Ya no gritaban solamente Tobi, se le sumó el apelativo de Cachetitos, lo cual, recuerdo, caló hondo en mi autoestima de esos años.

Pero no todo es para siempre. Con el correr del tiempo me estilicé un poco. No vamos a decir que crecí mucho pero por lo menos armonicé un poco mis formas, para bien o para mal ya no era gordito, pero los cachetes mantenían su color. Así pasaron mis primeros siete años en el colegio.
Cuando estaba en séptimo básico llegó una noticia sorprendente a mi casa. Mi familia tuvo que hacer las maletas y nos fuimos a vivir a Buenos Aires por tres años. Como a esa edad todavía nos manejan los padres, o por lo menos eso me hicieron creer, yo y mi hermana chica (dos años menor) no tuvimos mucho que decir al respecto. El drama vino por parte de mi hermana mayor (tres años más). Con dieciséis años ella decía estar en una etapa que no podía dejar acá en Chile. Después de tres años parece que se le invirtió la tortilla. Era la única que no quería volver al querido Santiago.

La estadía trasandina estuvo marcada por nuevos sobrenombres en el colegio (“¡Chile, Chile, pasala!”,me gritaban cada vez que tenía la pelota en algún picado de recreo), numerosos asados, salidas a explorar el Gran Buenos Aires, y tres años de intensa vida familiar.

Ya de vuelta en Santiago (tercero medio) me reencontré con mis compañeros de toda una vida. Dos años notables dentro de mi bitácora. Pero había una cosa que pensar. Se acercaba cuarto medio y había que decidir que estudiar. Desde chico me han apasionado los aviones. Y quería ser piloto, en realidad todavía quiero. El asunto es que la intención era estudiar ingeniería aeronáutica y posteriormente dedicarme a volar. Sin embargo en mi camino de preparación de la PAA se cruzaron frente a mi las matemáticas y la física. Aterrizaje forzoso se podría decir. Nunca he congeniado con estas dos damas. Dicen que es cosa de gustos nada más, pero yo no las puedo ver. Descartada la ingeniería aeronáutica me incliné por otra cosa que siempre me había rondado en mi cabeza: periodismo (y afortunadamente entré a la Católica).

Puede ser porque siempre me gustó comentar de todo lo que escuchaba o porque siempre he sido muy curioso o porque uno de mis sueños ha sido poder opinar sobre lo que yo quiera y que la gente me escuche. Igual fue buena decisión. Me gusta lo que hago, o lo que estudio por lo menos, y me veo haciendo esto en un tiempo más. Quizás termine en diez años más volando por Chile, e incluso por el mundo, o puede ser también que esté opinando por ahí o que simplemente esté sin trabajo (ojalá que no), pero eso ya se verá más adelante, diez años es mucho tiempo.


Rodrigo Hirigoyen
Abril, 2006

Divino, yo tambien queria volar en esta Buenos Aires querido, pero un accidente aereo de mi gran amor hizo que los aviones se conviertieran en mi cabeza como una verdadera arma mortal.
Hoy, con mis 21 años estoy estudiando Abogacia en Buenos Aires y añorando aquellos años felices entre aviones y charlas con mates.
Del gordito que eras te has convertido en un hombre precioso y aparentemente feliz. Te felicito. Un beso grande.

Natalia

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Jajajaja, también hice lo mismo.

Punky, me contaron hoy que llamaron a algunas personas... quedamos afuera, siga participando :S

...por cosas de la vida caí acá... y fue una buena llegada.

escribes lindo.

besos.

recuerdo en el colegio que repetías eso de ingeniería aeronáutica. Veo que estas muy feliz en periodismo y me alegro. Mañana quizás vueles.

Olvidé firmar: tyrer

y se hizo realidad!!

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